21 de abril de 2009

Llaman a la puerta



Cierto día, el destino - o las Moiras, la muerte, como quieras llamarlo - vendrá a tocar a tu puerta: toc, toc, toc, toc; toc, toc, toc, toc. Esos golpes, potentes, resuenan por todo tu ser. Sabes perfectamente quién está a la puerta y cuáles son sus intenciones. El miedo y incertidumbre te recorren como un escalofrío. ¿Qué deberías hacer? Sí, mejor ignorarlo, probablemente piense que no hay nadie y dé media vuelta. Tras un tiempo de silencio, suspiras aliviado: el peligro se ha ido.

Nada más lejos.

Insistentes y decididos resuenan otra vez los golpes, como martillazos en tu cabeza. De nuevo las cavilaciones, los sudores fríos, la indecisión.

Sin embargo, esta vez decides plantar cara al destino y luchar por lo que tienes. Al fin y al cabo, los cobardes nunca tuvieron una victoria honrosa, ¿no?

Pero el acopio de valor que hiciste antes de abrir finalmente la puerta parece ínfimo dado lo que espera tras el umbral. Él no es un ser con quien se deba jugar a la ligera, y juega siempre a ganar. El miedo te atenaza los sentidos y congela tus extremidades, pero eres capaz de sobreponerte y presentar buena lucha. Quizá, con suerte, consigas vencer y echar al intruso de tu casa.

Pero no se puede sortear lo inevitable. Una y otra vez volverá hasta que, finalmente, se cobre el premio que viene a buscar con inagotable fuerza. No se puede decir lo mismo de tí, que con seguridad te irás debilitando con el tiempo.

Mas no hay deshonor en la derrota si se lucha con honor y ahínco por una causa justa.



Quien sabe si era esto lo que el Maestro quería decir con su Obra...

1 comentario:

Morgana Majere dijo...

Un aplauso por el maestro, y un minuto de silencio. Que ahora solo saben dar berridos :P