21 de noviembre de 2008

Me gusta

Me gusta la droga, porque me ayuda a evadirme. Soy un tío valiente que le gusta la violencia para demostrar mi valía y ganarme el respeto, pero soy incapaz de afrontar mis propios problemas. No tengo sitio para el pensamiento crítico, soy más duro de mollera que una pared de granito, pero nada me importa mientras tenga mi droga, que me lleva a mi universo de placer y despreocupación. No me preocupo por el futuro porque eso me agobia, y si me agobio no me divierto, y si no me divierto me deprimo, y si me deprimo es por lo miserable que es mi vida, y mi vida es miserable porque no me he preocupado por mi futuro, y no me he preocupado por mi futuro porque eso me agobia, y...

Sin embargo, cuanto menos pienso, menos me doy cuenta de todas esas cosas. Por eso me gusta la droga, porque me ayuda a evadirme. ¿Lo había dicho ya? Además es mentira que sea mala para el cerebro o para el organismo, son mentiras que dicen los políticos para evitar que nos divirtamos. Y es que me gusta vivir en una mentira disfrutar de la vida con mis drogas.

Por cierto, ¿sabéis quién soy? Podría ser tanta gente hoy en día...

11 de noviembre de 2008

Muy pronto...

10 de noviembre de 2008

Fuentes complementarias

He visto un artículo de opinión que puede servir para ilustrar tangencialmente la entrada anterior. No lo suscribo completamente, pero hay cosas bastante interesantes:
Hace siglo y medio, la adolescencia no existía. De la niñez se pasaba directamente a la edad adulta. Hoy, la adolescencia, ese tiempo que transcurre entre la pubertad y la aceptación de que en algún momento deberán asumirse responsabilidades y pensar en el futuro, es más larga que nunca. Tanto que en muchos casos se extiende desde los diez o los once años hasta bien pasados los veinte y no son pocos los adultos que se comportan como si aún estuvieran viviendo esa etapa.

El artículo completo podéis leerlo aquí.

8 de noviembre de 2008

Las rocambolescas aventuras de Billy MedioCerebro

El joven Billy MedioCerebro era un chaval corriente, uno de tantos otros niños mimados de familia acomodada. Siempre tuvo detrás a sus padres para solucionarle hasta el más mínimo problema, creando así una falsa ilusión de poder en su inmadura e influenciable mente. Esto fue un factor decisivo en su desarrollo; al no tener que pensar su cerebro se fue progresivamente atrofiando hasta tal punto que parecía el de un primate. De ahí lo de MedioCerebro.

Más...
Pero Billy no era una mala persona; realmente no conocía lo que era el bien o el mal, sólo cosas que le gustaban y cosas que le molestaban. El pobre chico no entendía cuando la gente se enfadaba con él por cosas que a él le parecían totalmente lógicas. Al fin y al cabo, ¿no debe uno preocuparse por sí mismo y luego ver qué puede hacer por los demás?

Billy siempre tuvo muchos amigos. Bueno, amigos, lo que se dice amigos, no eran. Quizá fueran lo que vosotros llamaríais 'colegas'. Aquellos colegas eran unas personas excelentes, siempre dispuestos a echarse las risas con él, irse de fiesta, despreocuparse y montarse la juerga padre. Había alguno que era un poco pringao, que no era muy fiestero y le intentaba dar "lecciones morales". ¿Qué se creían, mejores que él por hablar como viejos? Ya podían decir misa, por una oreja le entraba y por la otra le salía. Es lo suyo, ¿no? Tú tienes tu opinión, los demás la suya y punto. Si él había llegado hasta ahí con su manera de pensar, lo lógico era que fuera la correcta. Que cambiaran ellos y le dejaran de dar la brasa.

De todas maneras, Billy fue siempre una persona voluble, fácilmente manipulable. Hablaba siempre de sí mismo como si siguiera unos ideales universales e inmutables, pero lo cierto es que iba donde iba la gente, casi buscando la aceptación de sus colegas por necesidad estructural. Pasó prácticamente por todas las tribus urbanas habidas y por haber, aunque fueran incompatibles entre sí. Lo que importaba era que si se metía en ellas, la gente se haría más colega de él y por tanto disfrutaría más de su vida.
Eso fue lo que le arrastró al mundo de la droga.
Las drogas eran -y son- un vehículo para la evasión. Y como a Billy le habían educado en que los problemas había que evadirlos -básicamente, porque siempre vendría alguien a solucionárselos- pues las aceptó con los brazos abiertos. Desde muy pequeño se adentró en los etílicos mundos del botellón (¿y quién no, en su época?), con la típica adicción de fin de semana. Ya sabéis, la de que "no hace falta divertirse para beber". Luego vinieron los porros, y con ellos empezó a caer más y más bajo. Todo su entretenimiento giraba alrededor de fumar, no podía negarse a dar "unos tiritos" y siempre tenía una bolsita de marihuana o una piedra de hachís a mano para liarse un porro cuando le entraran ganas. Poco a poco fue perdiendo el contacto con sus colegas habituales para ir relacionándose con aquellos que de verdad le comprendían. Los otros le aburrían con sus charlitas sobre el no fumar y todo eso. Realmente pesados, pensaba.

Os estaréis preguntando: ¿por qué habla de Billy en pasado? ¿Acaso murió?
Realmente no, aunque pudiera parecerlo por su historial. Veréis, hay un dicho que dice -valga la redundancia-: "todos los tontos tienen suerte". Pues bien, Billy era más tonto cada día, así que os imagináis la suerte que pudo ir acumulando. Fue tal que cuando le nombraron presidente de una de las compañías más influyentes a nivel mundial decidió que era hora de tener un nombre serio y se cambió el de Billy MedioCerebro por el de Andy Johnson. Está casado con cuatro mujeres a la vez -gracias a la ley promovida por un colega suyo a su petición-, de las cuales tres son modelos de lencería y la cuarta es estrella del porno, su sueldo supera el P.I.B de varios países africanos juntos y aunque fuma del orden de 15 porros al día y juega con las drogas más duras (raro es el año en el que pasa un día sobrio).
Todos los datos relativos a su pasado han sido borrados de cualquier registro, por lo que oficialmente Billy MedioCerebro jamás existió.

Esto que os he contado no se lo digáis a nadie. Si lo hacéis, lo negaré todo. Sin embargo, podéis confiar en que lo que os he contado es cierto; al fin y al cabo, yo fui uno de los colegas pringaos de Billy, y aquí estoy, durmiendo en un cajero de banco.

Si os ha gustado, dejadme unas monedas o un choripán, que tengo la fea costumbre de comer.